Al momento en que Bitcoin fue concebido, la criptomoneda se revestía de grandes valores libertarios. Los autoproclamados criptoanarquistas creían al fin haber encontrado una divisa controlada por todos sus usuarios, regulada únicamente por las leyes de la oferta y la demanda, y emitida por los propios individuos. Todo lo cual podría resumirse de manera laxa en una sola palabra: descentralización.
Es tesis del antropólogo estadounidense Marvin Harris que, en la evolución de las sociedades tribales, en la medida que la cantidad de recursos va en aumento, la tendencia a la aparición de autoridades centrales también crece.
Si se observa en retrospectiva a la comunidad bitcoin desde sus inicios y se analiza su evolución hasta el día de hoy, podría llegarse a decir que la comunidad cuando se gestaba se asemejaba a una pequeña tribu. Esto, tan solo por ser un grupo reducido de personas que comparten intereses similares. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta pequeña tribu ha ido sumando nuevos miembros y ha tomado nuevas formas inesperadas en un primer momento.
Lo que nació como una herramienta que respondía a necesidades monetarias y financieras, ha encontrado usos múltiples en esferas inesperadas. Actualmente, la tecnología ha hallado aplicación en áreas como administración Estatal, sistemas electorales, registro de derechos de autor para creaciones artísticas, lucha contra el fraude, entre muchas otras.
En medio de esta diversidad, la comunidad se ha expandido en gran medida, con cada vez más personas interesadas en utilizar la moneda como tipo de cambio o depósito de valor y la tecnología para llegar a desarrollar sus propias aplicaciones de fuente abierta y emprender un negocio propio.
Todo este paisaje luce maravilloso, superando quizás los límites imaginados en un estadio inicial por los primeros desarrolladores. No obstante, en medio de este crecimiento de recursos-aplicaciones y el aumento de los miembros de la tribu, puede que se haya dejado de tomar en consideración uno de los valores principales que impulsaron el nacimiento de Bitcoin: la descentralización.
En uno de los eventos donde esta desmemoria se ha hecho más patente ha sido en el debate en torno al aumento del tamaño de los bloques de la blockchain. Para nadie dentro de la comunidad bitcoin es secreto que los bloques se están llenando. La necesidad de aumentar el tamaño de los bloques se deriva, en pocas y llanas palabras, de que su llenado reduciría la eficiencia de la red y haría que bitcoin perdiera las características que la hacen competitiva frente a las monedas fiduciarias, como lo son la inmediatez y casi gratuidad de sus transacciones, por mencionar dos aspectos.
Esto ha generado un gran debate desde hace algún tiempo en torno a la mejor alternativa técnica para llevar a cabo este aumento. Se han realizado eventos, mesas redondas y demás discusiones buscando acabar con lo que se ha llegado a calificar como la Guerra Civil Bitcoin.
No es nada fuera de lo común que existan discrepancias entre las posiciones de los distintos actores dentro de una comunidad abierta, con pretensiones a relaciones de poder horizontales. Por el contrario, la diversidad de posturas tiende a nutrir el debate, ofreciendo distintas perspectivas para solucionar un mismo problema.
Con todo, en el marco de este debate, se ha hecho evidente que, en última instancia, la elección del camino que ha de tomarse queda restringida a un grupo reducido de actores dentro de la red. No es un punto a discusión que para proponer soluciones a la escalabilidad hace falta contar con ciertos conocimientos técnicos que no todos los miembros de la comunidad poseen. Por tanto, la comunicación entre aquellos que poseen los conocimientos y posiciones de toma de decisión y los demás miembros de la comunidad es un punto que ha podido mejorarse, como bien lo llegó a establecer Erik Voorhees de ShapeShift.
Aunque los desarrolladores de Bitcoin Core han creado nuevos espacios en la red para el debate sobre la escalabilidad, esto todavía no cumple con las expectativas de la comunidad. Y aunque ofrecer una solución electoral, como logró hacer la altcoin Dash, distaría de ser suficiente para alcanzar la verdadera descentralización, quizás se estaría un poco más cerca.
Lo anterior, se refiere exclusivamente a la pugna interna entre los desarrolladores. Sin embargo, otra de las cosas que ha hecho evidente el debate sobre la escalabilidad es el gran poderío e influencia que poseen los mineros chinos. Precisamente, el primer día de Scaling Bitcoin Hong Kong suscitó grandes tensiones por la desconfianza existente, por parte de los desarrolladores bitcoin, sobre la posibilidad de que los mineros chinos perpetraran un ataque del 51% a la red; una suerte de poder de veto, al estilo del Consejo de Seguridad de la ONU, que poseen los grupos de minería china por su porcentaje de dominio del poder de procesamiento total de la red.
En el área de la minería es donde el conato de centralización de bitcoin se hace más evidente. Con el aumento de la capacidad de procesamiento de los nuevos equipos de minería y la aparición de nuevos centros de procesamiento de datos, el índice de hash total de la red cada vez se concentra más en determinados grupos de minería, siendo los principales F2Pool, AntPool, KNCMiner, BW Pool, Slush, BTCC y BitFury.
Con más y mejores equipos de minería sumándose a la red, la dificultad para minar se hace cada vez mayor, por lo que los equipos de minería se hacen obsoletos con mayor velocidad. En este marco, y teniendo la reducción a la mitad de la recompensa de la minería a la vuelta de la esquina, es sumamente probable que aquellos mineros que no puedan costear el precio de la innovación, simplemente tendrán que abandonar el negocio al dejar de serles rentable.
Esto inevitablemente tiende, si quizás no a una centralización de la red, a una concentración progresiva de las compañías en capacidad de confirmar las transacciones, otorgándoles un poder discrecional en la toma de decisiones de la red.
Sería una contradicción y una incongruencia establecer que, para evitar la aparición de un oligopolio de empresas de minería, se debería establecer algún tipo de regulación. No. Además, la competencia es un principio tan fundamental del libertarismo como lo es para bitcoin la descentralización. Y, por lo general, la competencia y el libre mercado derivan en el pez grande comiendo al pez chico. A pesar de ser natural, podría observarse una suerte de antagonismo entre ambos principios.
Un último caso en el que es posible evidenciar un conato de centralización dentro de la red bitcoin es en reuniones exclusivas y por invitación como las que desde el año pasado se realizan en lo que se ha llamado la Mesa Redonda Satoshi. Esta mesa redonda, bastante similar a las reuniones del Grupo Bilderberg, es un evento realizado una vez al año donde solo 50 miembros de la industria son invitados y se reúnen para discutir el futuro de las criptomonedas.
Los comentarios con respecto a una reunión de este tipo en el seno de una comunidad descentralizada, se los dejamos al lector.
Como puede observarse, son varios los elementos que coinciden en el ecosistema para dudar sobre el nivel de descentralización en la red. Este artículo no busca ser una crítica destructiva al proyecto al estilo Mike Hearn. Por el contrario, es una invitación a la reflexión.
No son pocas las dificultades y obstáculos que se presentan en el camino a la concreción de una comunidad verdaderamente descentralizada. Desde la caída de la Atenas de Pericles, no ha existido tal cosa como una democracia directa donde la voz de todos los actores tenga igual peso a la hora de decidir el sentido de las acciones.
Es una necesidad la creación de nuevos y mejores espacios para que la voz de la comunidad sea escuchada y pueda tener la capacidad de influir en las decisiones que se tomen en la red. Es necesario presionar para que los actores en posiciones estratégicas atiendan a lo expresado por los miembros de la comunidad. Los desarrollos tecnológicos actuales ofrecen suficientes herramientas para que esto sea posible.
Por esta misma razón, resulta necesario mantenerse atentos a las posibles contradicciones que se establecen en el camino, para poder contribuir a subsanar las discrepancias de la manera más eficiente posible y así alcanzar los fines perseguidos: una divisa global descentralizada.