-
YouTube, Twitter, Amazon comenzaron una nueva política de censura en sus plataformas.
-
Comienza a presenciarse un intento de uniformar el pensamiento.
Corifeo. — ¿Caíste embriagado en medio de las brasas?
Polifemo. — Nadie me destruyó.
Corifeo. — Luego nadie te ha causado mal.
Polifemo. — Nadie me cegó el párpado.
Corifeo. — Luego tú no estás ciego.
Polifemo. — ¡Así lo estuvieses tú!
Corifeo. — ¿Y cómo nadie habría podido cegarte?
El Cíclope – Eurípides
La semana pasada escribíamos sobre cómo el miedo atizado con la declaración de pandemia ha sido la excusa perfecta para legitimar vulneraciones a las libertades civiles en distintas partes del mundo. Si nuestra privacidad peligra en Internet, no menos riesgo corre la libertad de expresión.
Durante esta semana, redes sociales y páginas web han ejercido censuras tan simultáneas que sugieren coordinación. Twitter “trabaja para protegernos” eliminando más de dos mil tweets:
Hemos ampliado nuestras normas y pediremos que se eliminen los tweets que incluyan lo siguiente: pic.twitter.com/7oLLmNsexF
— Twitter España (@TwitterEspana) April 22, 2020
Amazon rechazó la comercialización del nuevo libro sobre Bitcoin de Knut Svanholm por incumplir sus nuevos estatutos contra la desinformación sobre el Covid19 (al parecer, esta oración en su prólogo sonaba amenazante: “Escrito solo un par de meses antes de la crisis por el Corona, estas ideas son más importantes que nunca.”)
Y, a viva voz, la actual CEO de YouTube estableció que “cualquier cosa que vaya en contra de las recomendaciones de QUIÉN (para evitar posibles censuras nos referiremos a la organización traduciendo su acrónimo en inglés) será una violación de sus políticas.”
“Anything that goes against W.H.O will be removed from YouTube”
YouTube CEO Susan Wojcicki
— LΞIGH (@LeighStewy) April 21, 2020
Gestiones de silencio
Todo esto, aparentemente inocuo –pues para combatir la desinformación sobre el virus tendría sentido seguir a una agencia especializada en salud–, tiene como nociva consecuencia la promoción de un pensamiento único. Rechaza el disenso, la deliberación y la pluralidad, indispensables no solo para matizar, formar un pensamiento crítico y avanzar en las investigaciones científicas, sino para preservar la vida democrática.
En el pasado, QUIÉN desestimó la importancia de usar tapabocas o barbijos como prevención ante el virus. Sobre QUIÉN pesan fuertes acusaciones de haber ayudado a China a encubrir los primeros casos de Covid19. QUIÉN también ha invisibilizado a Taiwán (territorio disidente del comunismo chino desde 1949) cuándo se le ha preguntado sobre su desenvolvimiento durante la pandemia. De ahí que el vocero de CoinCenter, Neeraj K. Agrawal, ironizara sobre tener que comenzar a archivar videos sobre Taiwan ahora que YouTube utiliza a QUIÉN como referencia para determinar qué es desinformación y qué no.
WHO: a pseudo-scientific, political organization, with lots of blood on their hands and strong ties with Chinese communist regime. https://t.co/119vmHkzHA
— Giacomo Zucco (I have to change my pronouns) (@giacomozucco) March 28, 2020
Sin querer aludir a las acusaciones contra el actual presidente de QUIÉN de haber ocultado epidemias de cólera en Etiopía durante su gestión como Ministro de Salud, las medidas de censura actuales no dejan de aparecer como atentados contra la libertad de expresión y la razón.
Recordemos que fue el secretismo del gobierno chino durante el comienzo del virus lo que evitó prevenciones oportunas. Quizás si hubiera aparecido en un contexto de libertad, sin censuras, probablemente no hubiéramos hablado de pandemias. Pero no hace falta soñar contra los hechos para denunciar los peligros de la censura para la libertad y la democracia.
El poder y la verdad
La censura, además de direccionar el pensamiento, lo infantiliza. Asume la incapacidad de discernimiento social, erige autoridades lógicas centrales para filtrar lo verdadero de lo falso y regurgitarlo -como pájaros- a sus crías. Se niega la racionalidad y la igualdad de palabra de los ciudadanos, presupuestos básicos de la democracia. Se censura la voz plural al acusársela de falta de razón, y se instala una verdad única.
La palabra de los funcionarios institucionales de la ciencia suele ser tomada como verdad objetiva. Al hacerse incuestionable se olvida no solo que el método científico requiere entre sus pilares la falsabilidad o refutabilidad (es decir, que todas sus teorías siempre pueden ser rebatidas tras nuevos hallazgos), sino que QUIÉN es una institución política con influencia de poderes globales (puede seguirse el dinero para sospechar la influencia de QUIÉNES).
El conocimiento politizado impone una doble represión: la que condena al silencio los discursos disidentes y la que determina y ordena los discursos “aceptables”. El poder establece qué discurso es aceptado como verdadero, qué criterios, procedimientos, instituciones y personas pueden distinguir un discurso “verdadero” de otro “falso”, acallando estos últimos.
Tras la fachada de toda verdad se esconde una voluntad de poder; esta verdad no es más que una justificación para dominar, exigir conformidad y sumisión. QUIÉN es una instancia desde la que verdades científicas se irrigan verticalmente sobre el resto de las instancias médicas. La censura actual evidencia la relación casi marcial de mando y obediencia con que se están imponiendo estos discursos, lo que se suma al lenguaje bélico que utilizan algunos políticos cuando hablan de guerra contra el coronavirus (legitimando de manera subrepticia en el inconsciente popular la conformidad ante el Estado de sitio que países como Italia viven).
Como toda ciencia, la medicina, cuando es de verdad y no un instrumento narrativo del poder, precisa del contraste de ideas e investigaciones para avanzar en sus propósitos y así poder acercarse a descubrimientos más exactos. Al uniformar el pensamiento en estos ámbitos, no solo se siembra el germen de la autocracia, sino que se esteriliza un avance auténtico del conocimiento y, por tanto, de potenciales curas a enfermedades hasta el momento desconocidas.
¿QUIÉN censura las redes sociales?
Antes de Internet, la imposición de discursos únicos era más sencilla: solía instalarse desde una cúpula gubernamental hacia televisoras, radios y demás medios de comunicación centrales (aunque conocemos países que han logrado centralizar la comunicación en Internet).
En este caso, para hacerlo más inédito en Occidente, la censura se impone a través de redes sociales que, en teoría, son empresas con incidencia global que alinean su trabajo de acuerdo a incentivos económicos y no a filiaciones políticas. Además, se trata de una censura basada en algoritmos y no en la revisión humana, que discrimina con criterios tan vagos como la aparición de una palabra en un texto, como el mencionado caso del libro sobre Bitcoin de Svanholm.
Con el coronavirus las redes sociales están demostrando su capacidad para servir como aparato de censura del discurso dominante a nivel global en momentos de crisis. Esto también refuta la creencia en la dificultad de realizar censuras coordinadas en Internet pues, por más redundancia que se le dé al contenido en distintas plataformas, si éste es censurado en aquellas de mayor uso, el poder alcanza su cometido de invisibilización. De nada vale que un contenido exista donde nadie lo ve; nadie escucha un grito en el desierto.
Más allá de conjeturas conspiranóicas, no hay pruebas incriminatorias que acusen una agenda de censura orquestada por QUIÉN. De lo que sí puede tenerse certeza es que hay poderes interesados en silenciar la disidencia y uniformar el discurso sobre el coronavirus, así como de probar con estadísticas que el control social y la hipervigilancia son las vías más efectivas para frenar la propagación de la enfermedad (tenemos en Asia al paradigma de control). Cabe preguntarse entonces ¿Quién censura las redes sociales?
Descargo de responsabilidad: los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias
Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias. La opinión del autor es a título informativo y en ninguna circunstancia constituye una recomendación de inversión ni asesoría financiera.