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Mientras el dólar y bitcoin ganan cada vez más espacio en la economía, el petro enfrenta obstáculos.
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El petro no ha cumplido con su promesa de cero inflación y menor devaluación.
¿Podrá el petro desplazar al dólar? ¿Podrá el petro realmente convertirse en una alternativa sólida como refugio de valor para los venezolanos, ante una desmedida hiperinflación que pulveriza los ahorros en bolívares?
Es cierto que el período de vida del petro es todavía muy corto (fue propuesto como moneda de cambio comercial desde octubre del 2019). También es cierto que la transición de un patrón monetario a otro puede llegar a tomar varios años. Sin embargo, en este contexto, realizaremos un ejercicio comparativo entre el petro y el dólar con la idea de analizar las potencialidades de uso que ambas monedas tienen en el panorama económico por el cual atraviesa Venezuela en la actualidad.
Como lo demuestra la historia, los gobernantes autocráticos con centros administrativos en palacios o templos determinaron la forma y la oferta disponible de dinero. Lejos de ser un producto de los mercados, la acuñación fue creada y controlada por los gobiernos y jugó un papel central en el crecimiento de los imperios griego y romano.
La acuñación de monedas se asoció con centros de poder particulares porque la creación de dinero confiere los beneficios de su primer uso: el poder. De hecho, esta supremacía de crear y poner en circulación el dinero, está igualmente vinculada al poder soberano de gravar. En lugar de depender del recibo tradicional de tributos, los gobernantes descubrieron que el dinero les otorgaba el poder de controlar y de atar a la población.
Los mercados de productos básicos surgieron gradualmente junto con las ciudades-estado y los imperios. Más tarde, los comerciantes utilizaron el dinero creado y controlado por los gobiernos y aprendieron a manejar las deudas, en un sistema que se retroalimentaba para generar cada vez más ganancias. Este nuevo dinero comercial tomó la forma de promesas verbales o escritas o representaciones físicas. En el centro de este dinero comercial, cualquiera que fuera su forma, estaba la deuda: la obligación de un individuo de pagar a otra.
Estas grandes pinceladas de la evolución del dinero, nos permite identificar algunos rasgos de la Venezuela de hoy. De cómo el estado venezolano determina, crea y controla a placer, un sistema que se retroalimenta para generar cada vez más ganancias en función de sembrar el poder.
De acuerdo con su libro blanco, el petro es «una moneda digital promovida por el gobierno venezolano cuyo valor estaría anclado a la cesta venezolana de petróleo». En realidad se trata de un bono a futuro, una promesa verbal de que el beneficiario recibirá una porción de la riqueza de Venezuela (el petróleo), pero que también tiene implícito que recibirá una porción de su deuda.
El gobierno venezolano agrega en el documento técnico «se actualizará por un índice que estará compuesto por una canasta de los commodities representativos de la riqueza del subsuelo venezolano». Lo anterior quiere decir que quien invierte en petros, recibe un certificado respaldado por parte de las riquezas del país. Ahora bien, ¿un país endeudado qué tanta riqueza puede prometer?
Aunque no hay datos oficiales sobre la deuda de Venezuela, los profesores universitarios Ramón Escovar y Ramón Carrasquero, socios de la firma venezolana de abogados ESCG, informaron en octubre pasado que la deuda que adquirió Venezuela como República junto con la empresa estatal petrolera PDVSA es tan grave que suma unos 162.000 millones de dólares, un 229% superior al PIB calculado para el 2019, en medio de un país en crisis.
De lo anterior se desprende que cada venezolano debe 5.000 dólares. La matemática no falla, saque cuentas de cuántos petros necesita para pagar una deuda que supera los 415.000 millones de bolívares aproximadamente, si un petro, al momento de la redacción de esta nota, equivale a 3.965.796.99 de bolívares. En definitiva, el certificado que está recibiendo con cada petro equivale a deuda, no a riqueza.
El petro se presenta como un bono a futuro económicamente insostenible porque basar la oferta monetaria en una deuda llevará finalmente a la crisis, cuando las empresas y los ciudadanos no puedan o simplemente no quieran asumir más deuda. Mientras tanto, los pobres serán más pobres, los gobernantes más atornillados en el poder, la deuda más grande y los repuntes más ficticios.
Con la promesa de combatir la hiperinflación y la devaluación del bolívar, la administración de Nicolás Maduro echó a andar una idea que no cumple con los elementos técnicos que requiere una criptomoneda. Es un sistema impuesto por el gobierno, que carece de confianza, una especie de papa caliente que nadie quiere tener en sus manos. Todos la quieren vender, nadie la quiere comprar.
Para complicar un poco más el panorama del petro, esta pseudocriptomoneda está tan cimentada en la deuda que no puede ser gastada en petros, sino que por el contrario, debe ser convertida en dinero fiduciario para pagar, lo cual obliga a convertirlos en bolívares, la moneda nacional con un acelerado ritmo de devaluación. Puede ser convertido en dinero, pero termina siendo fiat. Recordemos que el bolívar es inversamente proporcional a la cantidad emitida y cuando se cambia a bolívares se incrementa la masa monetaria, sin que haya crecido la economía, lo cual dispara la inflación. Conclusión: más dinero inorgánico del que el gobierno está disponiendo a placer. De hecho, el gobierno depende de este dinero inorgánico para “comprar” apoyo político de la población.
Los economistas y los responsables de la formulación de políticas a menudo describen el gasto público como algo similar al de un hogar. Argumentan que los gastos del sector público dependen de la «creación de riqueza» comercial de la misma manera que los gastos de un hogar dependen de las ganancias del sostén de la familia. En tanto una familia que gasta, pide prestado y no produce ganancias, pronto colapsará. De la misma manera, en Venezuela el petro se crea y circula a medida que el gobierno gasta, pero no hay producción que lo respalde. El resultado es más devaluación e hiperinflación.
En conclusión, el petro, creado de la nada, sostiene su valor en la confianza pública y en la autoridad del Estado y mantiene a sus ciudadanos encadenados a la deuda, bajo la creencia de que están recibiendo riquezas. Bien lo dijo recientemente el periodista y analista político Neomar Hernández en un podcast colgado en su canal de YouTube, cuando comparó el petro con las fichas que daban a los peones en las haciendas por su trabajo en la colonia. Con esa ficha solo podían comprar en la pulpería del propio hacendado. Resultado: más beneficio para el hacendado, mientras que los peones quedaban atados a él. En definitiva, como el petro, algo que se impone en beneficio de un gobierno centralizado.
La otra cara del dinero en Venezuela
La aceptación del dólar como moneda universal se basaba, desde luego, en el reconocimiento de una innegable realidad: la existencia de un país como EE. UU., lo suficientemente rico como para que todos creyeran que esos papeles de color verde, en efecto podrían ser cambiados por oro.
El dólar en los últimos años se ha convertido en el depósito preferido para los ahorros, no solo de los venezolanos, sino también a nivel global. El refugio supremo en tiempos de crisis y la forma clave de intercambio de materias primas como el petróleo.
Por lejos, en Venezuela el dólar está en todos lados y toda la población forma parte del mercado negro del dólar. Incluso, más recientemente, Nicolás Maduro alienta su uso. De hecho, el país parece dividido por un muro invisible, en el cual, de un lado viven venezolanos muy pobres que dependen del bolívar y de las dádivas del gobierno. Del otro lado, el dólar es prácticamente la moneda nacional. Un sector del país utiliza el dólar como refugio de valor y eso se aprecia en cada esquina.
Pero la realidad económica de Venezuela también ha dejado al descubierto las bondades que tiene bitcoin como moneda dura. De la criptomoneda pionera, cada vez se habla más en el país. A paso lento, pero seguro, la población viene entendiendo que bitcoin tiene un uso mucho más potencial que el dólar porque no se trata solo de estabilidad financiera, sino que ofrece mucho más.
Un creciente número de venezolanos encuentra en bitcoin una manera rápida de procesar operaciones de cambio de remesas o para realizar cobertura cambiaria en un entorno en el cual la moneda nacional carece de confianza.
En el país no se cuenta todavía con un estudio serio y formal, censo o instrumento que refleje la realidad de las transacciones con criptomonedas y por esa razón los registros de comercio a través de las plataformas de intercambio, se utilizan como indicadores referenciales, las cuales reflejan Venezuela uno de los mercados con mayor volumen de bitcoins comercializados. Adicional a ello, es notorio que cada vez más venezolanos buscan información y capacitación en torno al uso de las criptomonedas como bitcoin.
Si bien la población de manera automática “corrió” para refugiarse en el dólar, también viene comprendiendo toda la filosofía que encierra bitcoin y toda la libertad que ofrece, pues no está atado a las decisiones de un gobierno porque es descentralizada, es antisistema, es libre de censura y no puede ser “impreso” de manera inorgánica. Además se puede gastar y ofrece un resguardo de valor. Tampoco es una moneda impuesta, es anti autoritaria, por lo tanto es una decisión propia de cada ciudadano.
Descargo de responsabilidad: los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias.
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