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Facebook está por lanzar su propia criptomoneda.
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¿Augura esto un futuro centralizado?
Tenemos ante nosotros un horizonte de posibilidades. Una tecnología que puede ser usada para muchas cosas y, más interesante aún, esas mismas cosas en distintas formas. El próximo lanzamiento de la criptomoneda de Facebook nos recuerda esa ¿pequeña? guerra interna y fría que se viene debatiendo dentro del criptomundo: la centralización vs. la descentralización.
El nacimiento de la tecnología blockchain se dio gracias a Bitcoin, el cual, a su vez, se dio gracias a los cypherpunks. Es decir, gente que aprecia bastante la independencia y la privacidad y están dispuestos a proteger estos valores utilizando el código como herramienta. Bitcoin nació para otorgar independencia financiera a cualquier persona, sin importar su origen o circunstancias. Si puede acceder a Internet, entonces puede usar Bitcoin. La blockchain, detrás de esta criptomoneda, sólo era en sus inicios la plataforma invisible que la ponía en funcionamiento.
Bitcoin fue publicado bajo licencia libre. Cualquiera puede copiar su código, rehusarlo, modificarlo y hasta venderlo. Así lo determinó su autor, el misterioso Satoshi Nakamoto, y como si hubiera sido la palabra de Dios, tal cual ha resultado. Los expertos no se tardaron mucho en notar que el sistema que sostenía a Bitcoin bien podía servir para registrar cualquier otra cosa. Esos expertos, probablemente, venían de empresas que no desaprovecharían la oportunidad de utilizar un buen software para mejorar sus procesos, apenas este fuera seguro. Y así nació la semilla de la centralización en el criptomundo.
O eso se suele creer. En realidad, la semilla de la centralización viene escrita desde el propio Libro Blanco de Bitcoin, el primer registro de esta tecnología. Pese a lo mucho que ansiaba la descentralización, Satoshi la escribió sin darse cuenta.
Bancos vs. carteras
Pausemos esa revelación para comprender el porqué de la misma. Imaginemos unos momentos el procedimiento de abrir y usar una cuenta bancaria y abrir y usar una cartera de criptomonedas. Ahí es donde yace la respuesta.
Para abrir una cuenta bancaria, usualmente es necesario dirigirse a la sede de la institución que se haya escogido, llevando los requerimientos necesarios. Estos suelen incluir documentos de identificación, constancias de trabajo, referencias personales y una dirección de residencia verificada. Prácticamente, no hay casi nada de ti que el banco no vaya a saber; pero, a cambio, podrás conseguir soporte de expertos y usar tu dinero de forma cómoda desde sus plataformas: página web, puntos de venta, cajeros automáticos, aplicaciones móviles. Sacrificando la privacidad de tus datos y el límite de lo que podrías gastar —porque en los bancos siempre hay límites—, consigues estos beneficios e incluso unos cuantos más, ya que los bancos suelen ofrecer préstamos y seguros.
¿Cómo lo hace el banco? ¿Qué tecnología utiliza en sus plataformas, cómo funcionan las transferencias, los cajeros, los puntos de venta? La respuesta es que no importa. Casi ninguno de sus usuarios se lo pregunta, ellos sólo saben que son sencillos de usar, resuelven sus necesidades y eso es todo. Códigos y encriptaciones se les escapan, tanto como el complejo sistema que permite funcionar a sus televisores, por ejemplo.
Ahora hablemos sobre las carteras de criptomonedas. En sus inicios, allá por el 2010, la cuestión no era tan sencilla como descargar una app en tu teléfono. Y bien, superamos esa etapa, pero, ¿gracias a quién? A los desarrolladores de esas apps, por supuesto. Usualmente, empresas conformadas. Pese a este (centralizado) hecho, aún puedes poseer de verdad todos y cada uno de tus datos y todas y cada una de tus criptomonedas en tu cartera, como no sería posible en una institución bancaria. Es decir, no tienes que dar documentos ni datos tuyos a nadie para poder usar criptomonedas, ni tampoco tienes límites ni altas comisiones para transferir cuanto quieras y cuando quieras, de forma casi inmediata. ¡Libertad…! Pero no hay nada como un almuerzo gratis.
La libertad tiene el costo ineludible de una mayor responsabilidad. Dado que la cartera de criptomonedas es sólo tuya, sólo tú tienes el poder de cuidarla. No habrá opciones que te pregunten si olvidaste tu contraseña, no habrá soporte que te devuelva tu dinero si lo enviaste a la dirección equivocada, no habrá oficina donde te expliquen qué estás haciendo mal exactamente. Todo dependerá de ti.
Y no sólo eso. Si no eres muy versado en computación, es posible incluso que descargues una aplicación maliciosa que acabe robando todo tu dinero, o que no sepas que hacer después para cambiarlo a otras monedas. Lo cierto es que usar bancos no requiere de educarse, pero usar criptomonedas sí.
Para utilizar criptomonedas de forma segura y responsable, tienes que haber, cuando menos, leído los riesgos y errores más comunes, las estafas y virus más usuales, las cosas que podrían beneficiarte y perjudicarte. Porque no hay ninguna institución que vele por ti o por tus fondos, sólo estás tú, cuidándolos como mejor puedas. ¿Puedes confiar en ti mismo para ello? ¿O preferirías sacrificar tu privacidad y los límites de uso?
La intermediación proporciona facilidad y seguridad
Tal cual es. La mayoría de las personas recurre a los bancos, a los intermediarios, porque no confían en sí mismas para manejar sus propios fondos. Ellos les proporcionan la facilidad y seguridad que necesitan, aunque deban para ello sacrificar privacidad y obtengan nuevas limitaciones y costos que, fuera de ellos, no tendrían.
La blockchain y las criptomonedas pueden ser una tecnología genial con muchas posibilidades de uso, pero para la gran mayoría el comprender este mundo parece estar fuera de su alcance. Usarlo, no tanto: las carteras móviles son bastante sencillas, por ejemplo. Aunque la descentralización puede acabar una vez que el usuario necesita traer sus fondos a moneda local y recurre a una casa de cambio —una empresa—; la cual, a diferencia de la cartera, le solicitará esos mismos datos que cualquier banco le pediría.
La alternativa descentralizada allí es el intercambio directo de persona a persona (P2P), pero, ¿cómo saber en quién confiar? ¿Cómo saber que el comprador o el vendedor no va a estafarme? De nuevo, la intermediación proporciona facilidad y seguridad.
Muchas empresas saben esto, así que han tomado la blockchain y las criptomonedas y han empezado a ofrecer sus servicios como intermediarios en distintas funciones. Las primeras fueron las casas de cambio. Después llegaron los servicios de computación con blockchain, como los que ofrecen Microsoft, IBM y Amazon. Ahora, con Facebook, parece que llegarán criptomonedas centralizadas al público.
Bien, es cierto que aún la centralización o no de la libra está en entredicho, pero dado que su cartera será manejada por nada menos que una nueva subsidiaria de Facebook, Calibra, no es muy difícil adivinar. Con toda probabilidad, ignorando estos detalles, miles de millones de usuarios se darán cuenta en 2020 de que a través de Facebook Messenger y WhatsApp pueden enviarse pagos inmediatos. ¿Se lo cuestionarán o empezarán a usar el servicio? Unos lo cuestionarán, sin duda. Otros, muchos más, aceptarán dócilmente la intermediación que les ofrece esa facilidad y seguridad que la independencia quizás no podría.
Así que la semilla de la centralización, después de todo, está escrita en el Libro Blanco de Bitcoin. Porque mientras blockchain y las criptomonedas no sean tan sencillas y seguras de utilizar en independencia como ofrecen los intermediarios bajo su merced, habrá intermediarios. Habrá centralización. Y será aceptada y bienvenida, porque es una necesidad para muchos.
¿Qué nos espera?
¿El futuro no podrá ser nunca tan descentralizado como Satoshi Nakamoto soñó, entonces? No y sí. El ideal de la descentralización nació por un motivo, después de todo. Si la centralización fuese perfecta, a nadie se le hubiera ocurrido inventar Bitcoin y compañía.
Nuestra época continúa enseñándonos una y otra vez las desventajas de la centralización. Un ejemplo excelente en este caso es el escándalo de minería de datos entre Facebook y Cambridge Analytica, donde prácticamente se asaltó la privacidad de millones de usuarios con fines no permitidos. Esta es una de las razones por las cuales Calibra ha sido muy criticada: Facebook podría conseguir la información financiera de todos sus usuarios, y quien sabe si sería capaz o no de cuidarla con propiedad.
El proyecto estadounidense PRISM para la vigilancia global, que extrajo datos de esas grandes compañías que usamos casi a diario —Google, Microsoft, Facebook— y las leyes europeas de Copyright en marcha, que restringen buena parte de la usabilidad de Internet, son otros ejemplos de por qué la centralización puede llegar a ser asfixiante para cualquier usuario.
La centralización ofrece facilidad, pero quizás la seguridad está en entredicho. Además, a fin de cuentas, arrebata el poder de decisión y hasta de posesión personal. ¿Qué nos aguarda entonces? Por ahora, ambas fuerzas continúan enfrentándose. Tal vez, en el futuro, encuentren un modo de trabajar juntas sin aniquilarse.
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