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Un chiquillo de 17 puede ser condenado a 200 años de prisión por el hackeo a Twitter
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¿El castigo es siempre proporcional al crimen?
“¡Que le corten la cabeza!”, gritaría la memorable Reina Roja de Alicia en el País de las Maravillas. Pues bien, aunque no lo creamos, vivimos en una civilización muy similar, donde ofender a personas poderosas en una nación te puede costar la cabeza… metafóricamente. Aunque la realidad de la cadena perpetua parece un panorama más sombrío que ser decapitado, si lo pensamos.
Si bien existen mil maneras de ofender a la gente, por ahora solo hablaremos del mundo digital y las criptomonedas. O, mejor dicho, de los hackers. Twitter acaba de ser hackeado para postear en cuentas BASTANTE importantes una estafa con bitcoins, y un nene de 17 años está a punto de ser condenado a unos 200 años en prisión por la travesura mientras cientos de pedófilos y asesinos campan a sus anchas por el mundo; así que, ¿por qué no?
Pero antes de entrar en materia, para poder tener una mejor comprensión de todo el asunto, deberíamos definir qué es un crimen y qué es justicia, dos conceptos bastante resbaladizos, a decir verdad.
Crimen y castigo
La “justicia” es relativa. No todos sus conceptos son los mismos: en la mayoría de los casos, varían dependiendo de los habitantes, el país y, por supuesto, el individuo al que se le pregunte. Por ahora, podemos irnos por la definición del diccionario: “Una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece”.
¿Qué corresponde entonces para un crimen? Un castigo. El cual, en teoría, dependería del tamaño del crimen. Ya sabes: ojo por ojo, diente por diente. O más formalmente como principio jurídico, la ley del talión: “pena que consiste en hacer sufrir al delincuente un daño igual al que causó” (DRAE).
Aunque espera, aquí podemos parar para definir crimen y castigo como tal. El primero es «una acción indebida o reprensible», o bien, un acto que violenta la seguridad pública y atenta contra las leyes vigentes de una nación; hablando en términos del derecho penal.
Por su parte, el castigo es «la pena que se impone a cualquiera que haya cometido un delito o falta”. Se considera una enseñanza, una corrección o simplemente una consecuencia por el mal que se ha causado. Dicho mal puede ser producido a una persona en particular o a varias, incluso a una nación entera.
En resumidas cuentas: tamaño del crimen = tamaño del castigo… ¿no? No siempre. Existen derechos humanos básicos, así que muchos países prohíben asesinar a los asesinos, por ejemplo. Los condenan a varias cadenas perpetuas en prisión para compensar. Otros, en cambio, se inclinan a no prestar tanta atención a los asesinos y enfocarse más en ladronzuelos virtuales. Veamos algunos casos.
Daños y no tantos daños
Sí, vamos a hablar de esos ladronzuelos virtuales: los hackers. Hasta hace poco, estos no eran tratados en el sistema penal como lo son hoy. Anteriormente, se les consideraba delincuentes comunes con influencias digitales, prestando sus conocimientos a realizar estafas y provocar algunos daños. Muchas de las condenas dadas a hackers habían sido de 5 a 6 años, a lo mucho. Un delito menor.
En la actualidad, se les ha puesto un freno mucho más duro a estos delincuentes cibernéticos. Tal es el caso del ruso Roman Seleznev, conocido en línea como «Track2». Fue condenado a 27 años de prisión en Estados Unidos por los delitos de fraude en la red, daño intencionado a ordenadores, robo de identidad y robo de 1.7 millones de datos de tarjetas de crédito. Esta ha sido considerada la condena más alta hasta el momento para un hacker.
Claro que siempre podemos comparar. Conozcamos a un despiadado asesino: Pedro Alonso López, mejor conocido como «El monstruo de los Andes». Él confesó haber violado y asesinado a las numerosas jovencitas que se cruzaban en su camino: en sus propias palabras, “más de 300” a lo largo de su recorrido por Colombia, Ecuador y Perú. Sin embargo, es probable que él mismo haya perdido las cuentas de sus propios homicidios.
¿El resultado? Solo 16 años de prisión en Ecuador. Extradición a un hospital psiquiátrico en Colombia y dada de alta en 1998. No se le volvió a ver desde entonces, aunque algunos asesinatos posteriores en la zona mostraban características de sus crímenes.
Así que fraude + robo de identidad + robo de tarjetas de crédito = 27 años de prisión; pero +300 violaciones y asesinatos a sangre fría = 16 años de prisión. Pues mira, parece que algo no cuadra según la Lex Talionis y el mero sentido común, ¿verdad?
El caso Ulbricht
Hablando de cosas que no les cuadran a todos, tenemos el caso de Ross Ulbricht, un nombre muy conocido en la actualidad desde su detención en 2013. Conocido en los bajos fondos de la Internet como «Dread Pirate Roberts», este sujeto es el creador de Silk Road, un mercado virtual que solía operar en la Darknet a través del navegador Tor, y el cual fue uno de los primeros en hacer uso de Bitcoin como método de pago.
Esto facilitaría la compraventa de productos ilegales, como armas y drogas (especialidad de Silk Road, hay que admitir). Ross era fiel partidario de la libre economía, lo que lo llevó a crear Silk Road. Probablemente ninguna de las mercancías que allí se comerciaban provenía de él: Ross se limitaba a ser el administrador web de la página.
Pese a ello, fue acusado y procesado por cargos de tráfico de drogas y lavado de dinero; resultando en una condena dos cadenas perpetuas. Como cereza del pastel, algunos agentes que trabajaron en su caso fueron descubiertos robando criptomonedas de la plataforma de Ross, pero solo fueron destituidos de sus cargos y condenados a 5 años de prisión.
En la actualidad, lleva 7 años en la cárcel. Su abogado trabaja para apelar el caso, mientras que muchas personas partidarias del criptomundo le brindan su apoyo y exigen que se le libere o que, en su defecto, reduzcan su condena. Se especula incluso que muchas pruebas en su contra fueron armadas y, para muchos, el tamaño de sus delitos no corresponde al de su condena.
El caso Twitter
Este es el quizás el último caso de castigo desproporcionado para los hackers. Todo empieza con una amigable charla entre tres personas, vía Discord… y acaba con una mente maestra del crimen de tan solo 17 años. El caso de los hackeos masivos de Twitter dejó conmocionados a muchos, ya que se vieron involucradas cuentas de gente de la talla de Bill Gates, Elon Musk y Barack Obama.
Lo que se podría pensar como un ataque del crimen organizado, aparentemente, resultó ser un ciberataque destinado a la estafa con BTC por parte de unos chiquillos.
Según las autoridades estadounidenses, tras el crimen están los jóvenes Mason Sheppard, un inglés de 19 años, y Nima Fazeli, un joven de 22 años que vive en Orlando. Pero la sorpresa fue grande al descubrir que el cerebro tras el ataque es nada más y nada menos que Graham Clark, de tan solo 17 años. Los tres ya fueron aprehendidos, y se dice que Clark será juzgado como adulto.
El joven tiene antecedentes de hackeo desde años anteriores, viéndose vinculado a robo de criptomonedas. Se pone sobre la mesa que Clark no es como un joven normal de 17 años, causó grandes daños y merece ser juzgado como adulto.
¿Y cuáles serían esos daños? Veamos:
- Apoderarse temporalmente de varias cuentas de Twitter.
2. Postear en ellas tweets de una cripto-estafa muy conocida y un poco tonta.
3. Reunir más de 250 mil dólares en BTC rastreables con dicha estafa.
4. ?????
Su manejo descuidado de esos BTC le valió el rastreo hacia su propia casa, mientras que el dinero robado sigue en las carteras. Aunque nada, esto equivale a 200 años de prisión, o sea que es peor que violar y matar a 300 niñas. ¿Ok?
«Nuestra reputación es sagrada”, dijo la agente especial Caroline O’Brien Buster en el anuncio del arresto a los implicados en el hackeo a Twitter. Parece que meterse con las personas equivocadas y el gobierno de turno, además usando herramientas fuera de su control (como Bitcoin) para ello, puede acarrearte un castigo mucho mayor al daño causado. ¿Qué más podemos pensar de esto?
Descargo de responsabilidad: los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias.
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