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Ignorar a bitcoin en 2025 es desperdiciar una oportunidad histórica.
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Bitcoin es la mejor alternativa de defensa frente a un futuro incierto y cambiante.
Los especialistas del boletín financiero The Kobeissi Letter publicaron información relevante sobre las reservas de los Bancos Centrales a nivel mundial.
De acuerdo con estos analistas, hay una tendencia creciente de diversificación de reservas. Señala The Kobeissi Letter que «las tenencias extranjeras de bonos del Tesoro como porcentaje de la deuda del gobierno estadounidense han caído a ~23%, el nivel más bajo en 22 años».
Además, se detalla allí que «el porcentaje ha bajado unos 11 puntos en los últimos 9 años» y, simultáneamente, «las tenencias de oro como porcentaje de las reservas internacionales mundiales han alcanzado ~18%, el nivel más alto en 26 años».
A nivel mundial, uno de los mayores compradores de oro en los últimos años ha sido China. El mencionado boletín comenta que «desde principios de 2023, las reservas de oro de China como porcentaje del total de reservas extranjeras se han duplicado hasta alcanzar el 7,1%».
The Kobeissi Letter concluye su breve análisis con una declaración que —según estos datos— no da lugar a dudas: «Todo el mundo quiere oro».
Sin embargo, aunque la búsqueda de refugio en el oro tiene sentido en el entorno actual de incertidumbre macroeconómica, hay un candidato mejor preparado para la era digital y la crisis monetaria que enfrentamos: bitcoin (BTC). Es hora de que los Bancos Centrales presten atención a bitcoin como un activo de reserva internacional que podría complementar e incluso superar las virtudes históricas del oro.
¿Por qué bitcoin sería una mejor reserva internacional que el oro?
Para responder a la pregunta de este intertítulo, primero debemos entender cuáles son las propiedades fundamentales que hacen del oro un activo apreciado históricamente por los bancos centrales: escasez, inmutabilidad, liquidez global y una cierta resistencia ante las crisis monetarias y las devaluaciones. Todas estas características, sin embargo, se cumplen aún mejor con bitcoin.
Comencemos por la escasez. Bitcoin tiene un suministro máximo fijo de 21 millones de monedas, programado matemáticamente e imposible de alterar. En cambio, aunque el oro es relativamente escaso en la naturaleza, su suministro es incierto, sujeto a nuevos descubrimientos mineros, desarrollos tecnológicos en extracción, e incluso la posibilidad futura (aunque remota por ahora) de minería espacial. La oferta perfectamente conocida de bitcoin ofrece certidumbre total a largo plazo, algo extremadamente valioso en términos de reserva de valor.
En segundo lugar, bitcoin supera al oro en términos de verificabilidad y autenticidad. La estructura de la red Bitcoin permite verificar de forma inmediata, indiscutible e infalsificable la autenticidad de cada BTC en existencia. Por el contrario, el oro siempre enfrenta riesgos relacionados con su almacenamiento, transporte, certificación y autenticación, procesos costosos y vulnerables a errores humanos o fraudes. Recordemos que recientemente, tal como CriptoNoticias lo reportó, la administración Trump en los Estados Unidos puso en duda que realmente el país tenga el oro que dice tener.
La liquidez global y la facilidad para la transferencia también colocan a bitcoin en una posición superior al oro. Transferir oro físico implica una logística complicada, costosa y lenta, que se vuelve extremadamente problemática en momentos de crisis. Bitcoin, en cambio, se mueve en minutos (o menos) sin importar la cantidad involucrada o la distancia que deba recorrer. Esto otorga una capacidad única para reaccionar rápidamente ante situaciones económicas adversas, algo esencial para cualquier reserva estratégica de valor.
Otro aspecto importante que posiciona a bitcoin como activo superador es su resistencia a la censura y confiscación. Históricamente, el oro ha sido sujeto a confiscaciones gubernamentales, como la Orden Ejecutiva 6102 emitida por Franklin D. Roosevelt en 1933. Bitcoin, al ser un activo digital descentralizado, almacenado mediante claves privadas personales, ofrece un nivel muy superior de resistencia frente a medidas autoritarias o confiscatorias.

Algunos críticos sostienen que bitcoin, debido a su volatilidad histórica, no podría ser una reserva confiable. Este argumento ignora que bitcoin sigue en una etapa temprana de adopción, proceso que necesariamente implica alta volatilidad en sus primeros años.
Con cada ciclo de adopción creciente y aceptación institucional, esta volatilidad disminuye significativamente. La adopción de BTC por parte de bancos centrales (por ahora solo El Salvador ha dado ese paso activamente) aceleraría este proceso de maduración, reduciendo aún más la volatilidad del activo.
Además, comparado con el rendimiento sostenido del oro en términos reales durante las últimas décadas, bitcoin ha demostrado ofrecer retornos muy superiores, convirtiéndolo en una reserva de valor más atractiva en términos de potencial apreciación.
Tampoco puede ignorarse el contexto tecnológico y social en el que vivimos hoy. El dinero se está digitalizando, y cada vez más economías avanzan hacia modelos sin efectivo (en físico). Las generaciones más jóvenes, futuras responsables de las decisiones políticas y económicas, ven con naturalidad un activo digital como bitcoin. El oro, aunque mantiene su valor simbólico y estético, está perdiendo su relevancia práctica y cultural entre estas nuevas generaciones.
Es cierto que bitcoin no reemplazará por completo al oro en el corto plazo. Pero es imprescindible que los bancos centrales comiencen a diversificar sus reservas incorporando bitcoin en su estrategia de acumulación. Esta diversificación permitiría cubrir riesgos diferentes a los tradicionales, como los derivados de una crisis financiera global, una devaluación acelerada del dólar o incluso conflictos geopolíticos que impacten severamente en el sistema financiero tradicional.

Finalmente, para quienes cuestionan la seguridad tecnológica de bitcoin, cabe destacar que la red Bitcoin nunca ha sido hackeada desde su creación en 2009. A medida que pasa el tiempo, la red se fortalece y descentraliza aún más, volviéndose progresivamente más robusta y confiable, un contraste absoluto con la vulnerabilidad siempre latente en los sistemas centralizados.
En definitiva, si el mundo quiere oro porque busca seguridad, estabilidad y confianza ante la incertidumbre global, entonces debería querer aún más bitcoin, porque cumple esas mismas funciones, pero adaptadas perfectamente a las demandas del siglo XXI.
Es hora, pues, de que los bancos centrales del mundo dejen atrás viejos paradigmas y empiecen a explorar con seriedad el valor único que bitcoin puede aportar como activo estratégico. Ignorar esta alternativa sería desperdiciar una oportunidad histórica para fortalecer y proteger las reservas nacionales frente a un futuro incierto y cambiante. La evidencia es clara y las circunstancias son propicias: Bancos Centrales, es tiempo de mirar a bitcoin.
Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias. La opinión del autor es a título informativo y en ninguna circunstancia constituye una recomendación de inversión ni asesoría financiera.