Dos mercados que aparentemente no guardan relación entre sí a primera vista y que tienen fuertes diferencias en cuanto a su funcionamiento, juegan un papel determinante para un grupo de personas que han elegido organizar sus finanzas a través de divisas extranjeras. La economía venezolana no está definida aún por la relación de intercambio entre estos dos activos, pero cada día es más interesante el comportamiento de ambas, vistos desde la óptica de un mercado que continúa en crecimiento.
El primero de ellos se manifiesta a través de una página web ultraconocida, que tiene una cuenta de Twitter seguida por más de tres millones de personas y que actualiza las fluctuaciones del dólar en el mercado paralelo. Su influencia sobre el proceso de formación de precios en la economía venezolana se ha ido consolidando a través de los años, pese a tratarse de un mecanismo sin mayor transparencia, en el que no se conoce con exactitud el alcance de la oferta y la demanda, ni el número de participantes del mercado. En varias ocasiones han tratado de explicar su método, sin que trascienda más allá de consultar directamente con casas de cambio en la frontera colombo-venezolana
El segundo forma parte de una tendencia global, que ha venido en auge al crecer en términos de adaptabilidad, sostenibilidad y escalabilidad de su plataforma tecnológica, adopción, regulaciones en diversos mercados y países y creciente participación de capital. Se trata de Bitcoin y los criptoactivos, con sus ventajas en cuanto a confianza, transparencia, facilidad de uso y pocas limitaciones en el acceso.
Diferencias y semejanzas
Acceder a dólares en el mercado no oficial en Venezuela tiene importantes barreras de acceso. Si no se es una empresa o estructura corporativa con capacidad de quemar importantes cantidades de bolívares como mecanismo de cobertura cada vez que hay un salto de precio en el mercado negro, se es susceptible de caer incluso en estafas, ser víctima de movimientos claramente especulativos o descapitalizarse en caso de mantener los fondos en moneda local.
No hay plataformas electrónicas seguras que permitan adquirir libremente moneda extranjera en estos momentos en el país. El intercambio entre personas puede realizarse transfiriendo una cantidad en bolívares a través de la banca nacional y el contravalor en divisas en cuentas en el extranjero, de acuerdo con los términos pactados. Aunque en teoría es legal, la adquisición y transferencia de divisas en la banca venezolana a través del sistema Dicom es problemática y complicada para los usuarios, que muchas veces no pueden utilizar luego los dólares en el exterior por medio de tarjetas de débito.
Los mecanismos para la adquisición de criptoactivos, aunque no están regulados por la legislación local hasta el momento, están disponibles para cualquiera con el tiempo y el interés suficiente por conocer más al respecto. Solamente al cierre del mes de julio se rompió por primera vez la marca histórica de $1,5 millones de dólares en adquisiciones de Bitcoin por medio del mercado localbitcoin desde Venezuela, en coincidencia con un incremento del precio del dólar paralelo.
Por otra parte, la adquisición de posiciones en Bitcoin y otras criptomonedas aún tiene una penetración demasiado baja en comparación con el total de la población bancarizada en el país (alrededor del 60% de sus 30 milones de habitantes, para un aproximado de 18 millones de usuarios de la banca)
El mercado paralelo y el de Bitcoin en Venezuela, sin embargo, se utilizan en muchas ocasiones como puentes para la adquisición de bienes o servicios en el exterior. Prestadores de diversos servicios en línea en ocasiones se ven obligados a comprar bitcoins para subcontratar o negociar procesos que les son propios por parte de otros proveedores.
En este contexto, es posible que un intermediario también adquiera bitcoins con la finalidad de obtener dólares si opera “en corto”, es decir, adquiere para vender en un lapso muy breve, dada la volatilidad de la criptomoneda. Lo contrario es más difícil: es menos probable que un operador o intermediario del mercado paralelo adquiera ciertas cantidades en dólares para sí o para un tercero con la finalidad de adquirir bitcoins (que también se pueden comprar en bolívares a través de sitios de trading en línea).
Quizás uno de los pocos elementos en común que se pueden determinar entre el mercado Bitcoin venezolano y el comercio del dólar negro sea la discreción. En el primer caso es una de las características intrínseca asociada al intercambio de criptomonedas, en el segundo es un subproducto de la naturaleza de la transacción, ajena a las leyes vigentes en el tema cambiario, lo que conduce a que los involucrados busquen la mayor privacidad en la adquisición de divisas, aunque ningún factor técnico lo garantiza.
No hay comparación ni semejanza entre el comportamiento de ambas tasas: la del dólar paralelo refleja el debilitamiento de la confianza en el bolívar, la especulación cambiaria, el incremento de la liquidez monetaria prácticamente sin control, el declive de las reservas internacionales y la fuga de recursos en moneda dura; mientras el comportamiento del precio de bitcoin refleja expectativas tecnológicas, adopción, propuestas de escalabilidad, rendimiento para mineros y desarrolladores, entre otros elementos.
Existe sin embargo un nuevo indicador: el dólar bitcoin. ¿Qué es este tipo de dólar y cómo se calcula? Por lo general se obtiene al dividir la cantidad de bolívares empleados para la adquisición de BTC en un mercado referencial en Venezuela, como LocalBitcoins entre el precio promedio de la criptodivisa para ese momento.
En términos generales, estamos en terreno no regulado. Incluso, las autoridades venezolanas, en puntuales acciones contra grupos de minería, han tenido que alegar usos no autorizados de la energía eléctrica (extremadamente subsidiada en el país) para iniciar procedimientos legales, en vista de la ausencia de regulación específica al respecto.
La verdad es que la tecnología blockchain podría hacer mucho por la economía venezolana, tanto en su dinámica interna, caracterizada por largos años de controles y mecanismos burocráticos; como por sus nexos con el comercio global. Se podrían tomar iniciativas encaminadas a conectar al país con las nuevas tendencias, que ya están en la agenda diaria en países tan disimiles como Singapur, Japón, Rusia o China, mientras que la adopción sorprende en lugares remotos e industrias que aparentemente no tienen relación entre sí, día a día.
El interés de unas pocas incubadoras (como lo es el caso de la plataforma local OnixCoin), el desarrollo de eventos regionales y el interés local por la tecnología blockchain y sus derivaciones locales, sin embargo, permiten conservar cierta esperanza de que el país no llegará tan tarde a esta verdadera revolución. Después de todo, lo más conveniente para la sociedad sería contar con un sistema económico totalmente transparente, en el que las criptomonedas pueden cobrar importancia como soporte, plataforma y medio de pago; algo sin duda preferible a continuar a ciegas en brazos de un mercado negro inestable y poco transparente.
Para finalizar, vale la pena reflexionar cómo la economía venezolana sigue siendo monoexportadora y dependiente de las fluctuaciones del petróleo, mientras la economía global se encamina más allá de la era de la información a una era de servicios y plataformas virtuales en que la interacción y apertura de mercados constituyen la verdadera medida de la competitividad, en una tendencia que aún estamos a tiempo de alcanzar, si abordamos a tiempo.