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EE.UU. busca hegemonía, no cooperación, generando conflictos con China en un mundo multipolar.
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Alden dice que bitcoin, activo neutral, puede salvar la industria de EE.UU.
El mundo está cambiando, siempre está en movimiento, pero esta vez es diferente porque lo que está en juego es el poder, la economía. En sí el orden actualmente establecido, cuyas bases se sentaron después de la Segunda Guerra Mundial (1945), y luego se consolidaron en 1991 con un «mundo unipolar» con Estados Unidos como única superpotencia hegemónica. Pero ahora, mientras China construye su futuro con disciplina y visión, Estados Unidos se desangra en conflictos evitables y un sistema político roto. En este tablero geopolítico, donde cada movimiento cuenta, una pregunta se impone: ¿estamos presenciando el fin del dominio estadounidense y el nacimiento de un nuevo orden global liderado por el ascenso de China?
Esa es la pregunta que responde el economista y exasesor de gobiernos Jeffrey Sach, quien asegura que sí, que China ya ganó la batalla contra Estados Unidos, porque está triunfando desde el punto de vista económico y tecnológico. No porque haya hecho algo más allá de lo extraordinario, sino «por ver el progreso de otros como una amenaza, que condena al mundo a un estado de conflicto perpetuo».
El ascenso de China ha sido otro punto de inflexión. Desde 2014, Estados Unidos ha percibido el éxito económico y tecnológico de China no como una oportunidad para la colaboración, sino como una amenaza existencial. “El gran error de China fue ser demasiado exitosa”, dice, destacando que la hostilidad estadounidense es una reacción a la pérdida de su hegemonía relativa.
Sachs, hace mención de un documento del Consejo de Relaciones Exteriores de 2015 que encapsula esta visión. Titulado Revisiting U.S. Grand Strategy Toward China, el informe aboga por excluir a China de acuerdos comerciales, rodear al país con una presencia militar reforzada y restringir sus exportaciones tecnológicas.
Estas políticas, implementadas sistemáticamente durante la última década, exacerban las tensiones bilaterales, respaldo retórico a las acciones de Israel en Oriente Medio, descritas por Sachs como “caos genocida”. También considera a su política arancelaria como una estrategia que genera inestabilidad económica y rechazo global.
En Asia, Sachs predice que la administración Trump buscará evitar un conflicto abierto con China, pero duda de su capacidad para negociar acuerdos significativos. “No hay estrategia, solo improvisación”, lamenta, señalando que la falta de un sistema político funcional en Washington dificulta cualquier esfuerzo coherente. La proliferación de órdenes ejecutivas, muchas de dudosa legalidad, y los desafíos judiciales constantes reflejan un gobierno más reactivo que estratégico, según lo que apunta.
Más allá de la política exterior, Sachs identifica una crisis interna como el talón de Aquiles de Estados Unidos. Durante los últimos 30 años, el sistema político estadounidense se ha convertido en un modelo de “pago por influencia”, donde las contribuciones de campaña dictan las políticas públicas. Decisiones de la Corte Suprema, como Citizens United, han consolidado esta dinámica al equiparar el financiamiento de campañas con la libertad de expresión, permitiendo una influencia desmedida de los intereses corporativos.
A pesar de las fortalezas de la sociedad estadounidense —su capacidad innovadora en los negocios, la academia y la sociedad civil—, el mal funcionamiento político ha erosionado su liderazgo global. Sachs contrasta esto con China, cuya estabilidad interna y enfoque metódico le han permitido avanzar sin los tropiezos de una democracia disfuncional. Sin embargo, advierte que ningún país “vencerá” al otro; el futuro dependerá de quién gestione mejor sus desafíos internos.
¿Un nuevo orden global a la vuelta de la esquina?
El ascenso de China y la crisis estadounidense plantean preguntas fundamentales sobre el futuro del orden global. ¿Sustituirá China a Estados Unidos como potencia dominante, o emergerá un mundo multipolar donde la cooperación reemplace la competencia? Sachs aboga por un cambio de mentalidad. Al respecto señala que, en lugar de buscar la primacía, las naciones deben aceptar el progreso mutuo como un camino hacia la estabilidad.
Por ahora, el mundo observa con cautela. Las políticas de confrontación de Estados Unidos están alienando a aliados y rivales por igual, mientras que China continúa su ascenso, no sin desafíos propios. Como lo ve Sachs, si Estados Unidos no aborda sus divisiones internas y su enfoque beligerante en el exterior, corre el riesgo de ceder el liderazgo global, no por la fuerza de sus rivales, sino por su propia incapacidad para adaptarse.
Sobre el cambio en el orden mundial, también comenta Ray Dalio, quien sostiene que «el mundo que conocimos se desmorona». Y eso es porque , mientras China se alza como un titán económico, Estados Unidos se tambalea bajo el peso de una deuda insostenible y una polarización que fractura su alma.
«No es solo una guerra comercial, es el colapso de un orden global», advierte Ray Dalio, coincidiendo con Jeffrey Sachs, quien lamenta décadas de oportunidades perdidas para la cooperación. Ambos, desde ángulos distintos, señalan un abismo histórico. Ambos ven venir un nuevo orden mundial, donde el dominio estadounidense cede ante fuerzas imparables.
Dalio advierte que el nivel de deuda de EE.UU., que supera los 36 billones de dólares en 2025, es «peligrosamente insostenible» y anticipa un impacto disruptivo en los mercados de capital. Sachs no aborda la deuda directamente, pero su crítica a la política exterior de EE.UU. implica un despilfarro de recursos que agrava la fragilidad económica.
Ambos ven el fin del dominio unipolar de EE.UU. Si bien Dalio describe el paso a un orden de poder, con tensiones como las guerras comerciales, Sachs más bien critica la mentalidad de hegemonía que ha enfrentado a EE.UU. con China y Rusia, alimentando conflictos innecesarios.
En este caos, Lyn Alden vislumbra una salida con un mundo multipolar donde Bitcoin, con su red descentralizada, podría rescatar la industria de EE.UU. y redefinir las reservas globales.
Como lo informó CriptoNoticias, Alden sugiere que Bitcoin, con su oferta limitada y naturaleza descentralizada, puede complementar al oro como reserva de valor en un sistema monetario multipolar. Esto podría abaratar la producción en EE.UU. al reducir la sobrevaluación del dólar, revitalizando regiones industriales.
En ese sentido, el siglo XXI está redibujando el mapa del poder global. Mientras China avanza con disciplina, Estados Unidos se desangra en divisiones internas y conflictos evitables, atrapado en un sistema monetario que lo asfixia.
Mientras tanto, Sachs, Dalio y Alden hacen sus análisis con diferentes enfoques, en el que el principal punto de coincidencia es que, al parecer, el dominio unipolar ha terminado.