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"Juan Pablo" desestimó la propuesta de un amigo de invertir en equipos de minería.
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Su desconfianza alrededor de bitcoin lo alejó de la principal criptomoneda.
«Juan Pablo» y «Ernesto» son amigos desde hace más de 15 años, cuando ambos compartían en la facultad de ingeniería su pasión por los números. Al primero siempre le llamó la atención la mecánica y los automóviles, mientras que al segundo la informática y las computadoras. Tras cinco años de estudio, los dos tomaron caminos diferentes para hacer carrera en las profesiones que eligieron en el estado Barinas, en el llano venezolano.
Aunque ya no se veían a diario, el contacto y la amistad se mantuvieron con el transcurrir de los años. Uno pasaba horas en los talleres mecánicos, el otro en las oficinas de diversas empresas en las que ofrecía soporte para equipos de computación. Fue en una de esas en las que «Ernesto» comenzó a escuchar sobre la minería de criptomonedas y de Bitcoin.
Corría el año 2015 y la crisis venezolana estaba agudizándose. La situación llegó a un punto en el que ambos tenían que hacer otras labores o negocios para completar sus ingresos. «Juan Pablo» decidió invertir en vehículos. Ernesto en máquinas para minar Bitcoin.
Al estar familiarizado con los sistemas informáticos, a «Ernesto» no le tomó mucho tiempo comprender de qué se trataba la minería de criptomonedas y lo que representaba Bitcoin como ecosistema. De hecho, mientras más la estudiaba, más le gustaba. Fue así como siguió invirtiendo y aprendiendo sobre cómo instalar rigs de minería y manipular los equipos ASIC.
Ya con la experiencia de montar sus propios equipos y ayudar a otros, el nombre de «Ernesto» comenzó a difundirse en su ciudad como experto en minería, lo que se tradujo en más trabajo y menos tiempo libre.
“El esfuerzo valía la pena porque Bitcoin comenzó a conocerse. Más personas me preguntaban sobre el costo de los equipos y qué se necesitaba para instalarlos”, relató el ingeniero, de 35 años, quien abandonó su antiguo trabajo para dedicarse a tiempo completo a la minería de criptomonedas.
Dos equipos ASIC
Una noche se encontró por casualidad con «Juan Pablo» en un local de comida rápida. Fue la ocasión ideal para actualizarse sobre lo que estaban haciendo y saber de sus familias. Por la confianza que le tenía, «Ernesto» le aconsejó que comprara, al menos, dos equipos ASIC para minar Bitcoin. Además, le dijo que no se preocupara por la instalación que él mismo se la hacía para que comenzara a crecer como ya lo había hecho él.
“No le presté mucha atención porque eso me sonaba a estafa, complicado. Me preguntaba ¿cómo una máquina de esas puede producir dinero por sí sola conectada a Internet?», recordó «Juan Pablo». Fue la primera de tres invitaciones que recibió de su amigo a lo largo del 2016. Todas fueron rechazadas.
“Recuerdo que era mayo cuando hablamos del tema por primera vez. Ahora obviamente me arrepiento, pero no me siento amargado ni frustrado, solo que dejé pasar a bitcoin cuando estaba en 500 dólares”, admitió el ingeniero que aún se dedica a la compra, venta y reparación de carros.
Y añadió: “No tengo ninguna criptomoneda, ni cuentas en casas de cambio o aplicaciones de monederos en mi teléfono. Pienso que llegará un momento en el que el precio de bitcoin tenga que bajar por alguna circunstancia fuerte, ya que lo considero un activo muy volátil. Sé que hay muchas personas de buena fe que están involucradas en este proyecto, pero todavía hay muchos hackeos, estafas y empresas que desaparecen con las criptomonedas de los demás”.
El nocoiner explicó que esas son las razones por las que nunca se ha relacionado ni con la minería ni con los intercambios de criptomonedas. “Tal vez lo haga en el futuro, pero por ahora prefiero seguir invirtiendo en mi negocio”.
Adopción de la minería
Luego de cuatro años, tras realizar su primera compra de máquinas para minar, «Ernesto» sigue apostando por las criptomonedas. Ahora tiene más clientes que le piden asesoría y hasta le delegan el monitoreo y el mantenimiento de los equipos en Barinas.
A cambio, «Ernesto» recibe como compensación un porcentaje mensual de la cantidad de BTC minados de cada máquina que instala y mantiene. Esta cifra oscila entre el 8% y el 10%.
Durante sus primeros años como minero, «Ernesto» acumuló y mantuvo sus posiciones con respecto a bitcoin. Sin embargo, durante el último año decidió diversificar su capital en bienes raíces y vehículos. También viaja constantemente al centro del país, especialmente a Puerto Cabello y a Valencia, para comprar y renovar sus máquinas para minar. Sobre su amistad con «Juan Pablo» señala que siempre serán buenos amigos. “No pierdo la esperanza en que se convierta en bitcoiner”, recalcó el informático.
Ambos ingenieros continúan en contacto y en ocasiones han coincidido para cenar o almorzar. Como regla no escrita de sus encuentros, «Ernesto» es quien siempre paga la cuenta de sus consumos. «Juan Pablo» le devuelve el favor reparando sus vehículos deportivos a una tarifa preferencial.