Basada en una historia real…
Sus manos sudaban frío. No podía ser que el bitcoin ya valiera 2 mil dólares. Tenía que encontrar su laptop perdida con 7 millones de dólares en la criptomoneda a como diera lugar, así eso implicara meter él mismo sus manos en el basurero…
I
El aumento del precio de bitcoin le traspasó el pecho como un cuchillo. «¿Será posible que siga subiendo?» Le sorprendió la difusión que había alcanzado la criptomoneda. En su laptop perdida ahora se encontraban 3.500 BTC, valorados en un millón de dólares. Había descubierto el bitcoin haciendo su tesis de criptografía, y la promesa de pagos persona a persona de manera descentralizada le pareció una idea sumamente atractiva.
Un año atrás se deshizo de su equipo, cuando intentaba formar una familia con Mariana y con Fabiana, la hija producto de una noche de bares en la ciudad. Quien ahora era su ex-esposa estaba en contra de que el apartamento estuviera lleno de computadoras. Como todas las máquinas se encontraban un poco estropeadas (el gato incluso había derramado jugo de limón sobre una de ellas), Carlos no tuvo más remedio que ceder. El basurero del Ayuntamiento terminaría siendo la última morada de cuatro PC de escritorio.
Ahora, la orden de alejamiento por agresión doméstica no le permitía acercarse a su antiguo apartamento. Ya había dejado la terapia y tomaba las pastillas como caramelos cuando quería dormir. Carlos estaba seguro de que allí se encontraba la laptop donde había guardado la semilla para poder acceder a los 3.500 BTC.
Aprovechó un momento en que Mariana y la bebé no estaban en casa y revisó por todas partes. Las gavetas, la ropa, los libros, todo acabó en el suelo. No había rastro de la laptop en ningún lado. ¿Sería posible que su laptop hubiera terminado en la basura a causa de un descuido al juntar las cosas que se llevaría con los equipos, celulares viejos y repuestos que iba a desechar?
La desesperación cada vez era mayor. Llamó a todos sus amigos y ninguno sabía el paradero de la máquina. Estaba seguro de que nadie la había robado. Seguramente Mariana la había escondido. Ella siempre encontraba una forma de perjudicarlo. No sabía la magnitud de lo que estaba haciendo.
II
A medida que crecía su ansiedad, también los pensamientos paranoicos. Se dio a la tarea de visitar la casa de todos los que habían ido a su hogar en la fecha de su mudanza para buscar en todos los rincones, a ver si alguno se había llevado la laptop, sin importar si estuvieran de acuerdo o no. Cinco días en la cárcel, más medicamentos y servicio comunitario fue lo único que pudo calmarlo.
Carlos hizo sus cuentas y su fatal sospecha se hizo realidad. No, no era Mariana quien había escondido su laptop: él mismo la había desechado. Ya no había manera de recuperarla. Sonaba muy bien tener un millón de dólares guardados, pero la verdad era que escarbar en el basurero no era una opción.
III
Un nuevo aumento en el precio de bitcoin. En su laptop desechada ahora había más de 2 millones de dólares. Si la criptomoneda seguía ese ritmo de crecimiento, sin duda valdría la pena hacer lo que fuera necesario.
Carlos se encargó de dirigirse al basurero, armado de toda la indumentaria. Estaba decidido a hurgar entre la basura para conseguir su dinero. Sin embargo, encontró las puertas cerradas: era un delito entrar al vertedero. Su familia estaba preocupada, había estado faltando al trabajo y ya lo hubiera perdido, si no fuera porque era sobrino del dueño de la compañía.
Obviamente, que no lo dejaran entrar al basurero no sería un impedimento para él: comenzó por lo más sencillo, pagándole a los vigilantes del relleno sanitario para entrar. Pero el día que encontró que alguno lo dejara entrar, otro compañero se dio cuenta y Carlos fue a la cárcel de nuevo. Por sus antecedentes, tuvo que cumplir varios meses de condena.
Mientras estaba en prisión, se informó de cómo podía pelear su derecho a recuperar sus bienes mediante la corte, así que invirtió el dinero que le quedaba en abogados. La respuesta del Ayuntamiento de la ciudad era siempre la misma, excavar en ese sitio era peligroso para el medio ambiente y para quien se atreviera a hacerlo.
IV
Como las vías legales estaban agotadas, Carlos decidió buscar ayuda externa con algunos «inversionistas». La tarea no sería sencilla, pero sus años en el instituto le habían dado el contacto de algunos comerciantes minoristas de sustancias ilegales, incluidos unos sujetos que comerciaban LSD con bitcoins.
A través de ellos consiguió el contacto de una red de crimen organizado. Él se encargó de convencer a algunos miembros importantes y se pusieron manos a la obra. Lo primero sería conseguir el permiso para excavar: una bolsa de dinero por acá y algunos mensajes amenazadores y anónimos por allá. Casi habían pasado tres años desde que desechó la laptop y su fortuna ya era casi de 10 millones de dólares.
Comenzaron las excavaciones, las cuales se extendieron durante un largo rato, y ahora, en noviembre del año 2017, se encontraban buscando 70 millones de dólares en la basura. En ese punto, era imposible ocultar a la ciudad de qué se trataba lo que estaban haciendo, puesto que la información había sido filtrada a los medios. Carlos no podía salir a la calle sin que lo reconocieran como el loco del relleno sanitario.
V
Los mensajes y llamadas de sus “inversionistas” no dejaban de molestarlo, y ya había aprendido la manera cómo ignorarlos. Sin embargo, esta no fue su mejor estrategia. Una llamada desesperada de Mariana, quien se encontraba al borde de la locura, lo despertó a medianoche. Su hija había desaparecido y en su cuarto solo fue dejada una nota que decía: «búscame en el mismo sitio que tu disco duro». Las personas con las que se había relacionado Carlos ahora habían secuestrado a su hija, y, al parecer, la habían llevado al basurero.
Carlos decidió adentrarse él mismo en el vertedero, sin importar cuánto tiempo tuviera que invertir y las consecuencias legales que eso conllevaría. ¿Sería posible que se hubiera equivocado de vertedero? Tenía que encontrarla. A fin de cuentas, Fabiana valía más que cualquier cantidad de bitcoins. O no…
El hombre no sabía, no podía saber, que el disco duro contenido en su vieja laptop se convertiría en leyenda para los cazarrecompensas futuros, quienes un siglo después aún no lo habrían encontrado. Fue una pena lo que ocurrió con la pequeña Fabiana.
Descargo de responsabilidad: Ésta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se usan en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.