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Igor descubrió el secreto mejor guardado de sus abuelos.
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En compañía de su amigo Félix, Igor logró conocer el mundo de las criptomonedas como nadie más.
Igor es un niño con mucha imaginación y curiosidad. A la corta edad de 9 años, él perdió a sus padres en un accidente de tránsito y tuvo que mudarse a Europa con sus abuelos paternos.
Sus abuelos, Vladimir y Sofía, de 82 y 75 años respectivamente, son bastante reservados. Si bien velan porque al niño no le falte nada material, son muy serios y callados, poco afectuosos y no comparten tiempo de calidad juntos para conocer más a su nieto.
Igor fácilmente se aburre y entristece en casa de sus abuelos. Su casa, una construcción clásica y descuidada, es sobria y oscura, llena de muebles, adornos y fotografías antiguas; parece sacada de una historia de terror.
Un buen día, Igor se atrevió a entrar por primera vez al cuarto de sus abuelos a pedirles dinero para comprar golosinas. La puerta estaba entreabierta, pero sus abuelos no estaban en la habitación. Allí, escuchó el sonido de unas máquinas que parecía venir del armario. Así, el pequeño niño descubrió que, detrás de toda la ropa, había una puerta algo curiosa que no tardó en abrir. El pasaje descubierto lo llevaba a una escalera que daba acceso al sótano.
Igor bajó las escaleras y encontró una especie de laboratorio en el sótano de sus abuelos. Habían muchas computadoras encendidas. El sitio estaba más modernizado e iluminado que toda la casa y, además, contaba con un acondicionador de aire muy potente. Era otro mundo.
Estando Igor en el sótano, la abuela Sofía llegó a su habitación y observó el armario y su puerta interna abiertas. Se alarmó, entró y bajó rápidamente las escaleras. Abajo consiguió a Igor perplejo, contemplando los mineros de criptomonedas y todo lo que había en la pequeña granja minera. Sin embargo, el infante no entendía nada de lo que estaba ocurriendo allí.
Su abuela Sofía, bastante enojada, le ordenó: «jamás se te ocurra entrar de nuevo a este lugar», tomó a Igor del brazo y lo sacó, no solo del sótano, sino también de la habitación. Posteriormente, la abuela Sofía colocó un candado a la puerta misteriosa de su recámara.
Igor quedó intrigado con lo que había observado en ese lugar e inocentemente se preguntaba ¿Por qué su abuela no le permitiría entrar allí a jugar?
Al día siguiente, Igor fue a la escuela y le comentó a Félix, su único amigo, lo que había encontrado en el sótano de sus abuelos. Félix era un niño que amaba la tecnología y la lectura. Estas dos pasiones le impulsaron a buscar y leer cantidades de información acerca de las criptomonedas en diversos sitios web; pero, por su corta edad, nunca había hecho una compra de criptoactivos o puesto en marcha un dispositivo para minar. El niño únicamente se había dedicado a leer artículos y libros acerca de Bitcoin y otros proyectos de criptomonedas.
Félix quería ver con sus propios ojos la imagen que su amigo Igor le había descrito. Así que, una tarde, Félix fue a visitar a Igor. Ambos estaban esperando que la abuela Sofía se fuera al club de té y que el abuelo Vladimir se quedara dormido en el sillón de la sala, para sacar las llaves del candado de la puerta misteriosa que mantenía guardadas en su bolsillo.
Tras lograr su cometido, los niños lograron entrar al sótano. Félix no podría creer lo que estaba viendo y, a medida que indagaba en el lugar, le explicaba a Igor qué era todo lo que allí había, cómo operaban las máquinas y para qué lo hacían. De esa forma, Félix le hizo entender a Igor que sus abuelos estaban minando criptomonedas.
Adicionalmente, en varias pantallas gigantescas, al estilo de Wall Street, los abuelos monitoreaban los movimientos del mercado de criptomonedas, así como también los bloques añadidos a las blockchains de Bitcoin, Ethereum y Litecoin.
Los abuelos también tenían pantallas para dar seguimiento a sus fondos y sus respectivos movimientos. Igor y Félix descubrieron que Vladimir y Sofía eran millonarios. Entre los monederos de ambos sumaban más de 1.000 BTC, más de 2.000 ETH y casi 5.000 LTC.
Lejos de todas esas máquinas, había una vieja máquina arrumada en un rincón. Esta tenía un botón gigante que intrigó a Félix. «¿Para qué servirá este botón?», le preguntó a Igor; quien, sin pensarlo dos veces, lo presionó. «¡No!, ¡Ten cuidado, Igor!, ¿Por qué hiciste eso? No sabemos la función de esa máquina», exclamó Félix.
De repente, todos los equipos y luces del laboratorio, menos esa máquina, se apagaron. Seguidamente, Igor comenzó a experimentar algo muy extraño: «!Oh no, Félix! ¿Qué me está sucediendo?», exclamó Igor, mientras comenzaba a desvanecerse ante su amigo. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, la máquina lo absorbió y, finalmente, se apagó.
Todo quedó en silencio y a oscuras. De repente, todos los equipos comenzaron a encenderse. Félix empezó a llorar y a lamentarse: «!Mi amigo Igor! ¿Dónde estarás ahora?». El pequeño llamaba a gritos a Igor, con la esperanza de que este pudiera responderle o enviarle una señal. Al cuarto llamado, el niño escuchó una voz familiar: «Aquí estoy, Félix».
Asombrado, Félix se secó las lágrimas y dejó de llorar. Siguió hablándole a su amigo para determinar de dónde venía su voz. De esta forma, Félix logró encontrar a su amigo; quien, sorprendentemente, se encontraba dentro del explorador de la blockchain de Bitcoin. Igor estaba atrapado, de alguna forma, otra especie de dimensión.
Félix se emocionó y no tardó en presionar el botón gigante de la máquina misteriosa, para trasladarse a esa dimensión desconocida. Allí, en la blockchain de Bitcoin, se reencontró con su amigo Félix.
Juntos nuevamente, los amigos comenzaron a explorar la blockchain de Bitcoin desde adentro. Allí se divertían validando transacciones y se trasladaban por medio de la Lightning Network. Igor y Félix también se entretenían dibujando en la pizarra digital de Satoshi’s Place, donde pasaban horas y horas, y participaban en intercambios atómicos, que les permitían visitar otras cadenas de bloques. Además, aprovecharon de crear varios rarepepes bastante excéntricos y adoptaron un par de cryptokitties en una de sus visitas a Ethereum.
Fue en esa red en la que, mientras jugaban en una aplicación, de repente, empezó a desarrollarse una congestión de transacciones. En ese momento, los niños empezaron a sentirse mareados e Igor escuchó una voz que decía: «Despierta niño ¿Qué hacen tu amigo y tú aquí abajo? Tu abuela llegará pronto y si los consigue acá se enojará mucho». Era su abuelo Vladimir, que ya había terminado su siesta y se percató de la travesura de los niños.
Igor y Félix se habían quedado dormidos en la granja minera secreta de Vladimir y Sofía. Al parecer, todas sus aventuras en el mundo de las criptomonedas resultaron ser un increíble sueño. Aunque, extrañamente, ambos lo tuvieron y sentían que todo lo que recordaban había sido real. «Este no fue un sueño, realmente estuvimos ahí», le dijo Igor a Félix.
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Descargo de responsabilidad: Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se usan en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.