Apenas este año llegué a saber sobre Bitcoin. Más allá de rumores y de algunos amigos que me recomendaron invertir cuando apenas valía unos centavos, solo este año puedo decir que he comprendido de mejor manera la irrupción de la criptografía en el mundo financiero como un vistazo al futuro.
Hace más de dos años terminé la universidad y desde entonces he tenido que mantenerme en dos trabajos porque no es sencillo vivir en donde vivo. El dinero no alcanza. Fue en enero, lo recuerdo bien. Tengo este par de años trabajando en medios de comunicación tradicionales, escribiendo noticias sobre temas convencionales. En enero me quedé con un solo trabajo y necesitaba uno nuevo. Tuve una oportunidad gracias a un buen amigo y heme aquí, escribiendo sobre criptomonedas y blockchain.
— ¿Bitcoin? Bueno, sí he escuchado sobre el tema, aunque soy un verdadero neófito —dije durante mi entrevista, pecando de sinceridad.
Me aceptaron. La verdad no sé cómo lo logré, pero me aceptaron. Mis primeros artículos fueron un desastre porque no es fácil abrir los ojos a la realidad tecnológica del mundo, aceptarla y saber cómo y por qué nombrarla. El tema álgido vino al momento del pago. Bitcoin apenas había alcanzado los 1.000 dólares durante ese mes, y mi jefe me ofreció la posibilidad de recibir el pago de mi trabajo en bitcoins. Dije que no. Yo era un nocoiner.
¿Un nocoiner? La definición que encontré por Internet me caía como un guante:
Un Nocoiner es una persona que no tiene bitcoin. Los nocoiners (generalmente socialistas, abogados o economistas de MBA) son personas que perdieron la oportunidad de comprar Bitcoin a un precio bajo porque pensaban que era una estafa, y que ahora están amargadas por habérselo perdido. El nocoiner saca su amargura contra los Bitcoin Hodlers, al afirmar constantemente que Bitcoin se bloqueará, es una estafa, es una burbuja u otro tipo de FUD (Fear, uncertainly, doubt) fácilmente refutado. Los nocoiners tienen poca o ninguna habilidad informática o imaginación; incluso cuando ven que el precio de bitcoin aumenta y su adopción se extiende, consideran que todos los usuarios de bitcoin están en un engaño colectivo, y que sólo ellos mismos pueden ver lo que está sucediendo.
Urban Dictionary
Sí, como yo entonces, otros miles de millones de personas en el mundo aún dudan de que bitcoin y las criptomonedas serán el dinero del futuro.
— Preferiría mi pago en dinero de verdad —llegué a decir.
Mi jefe seguramente se rió por lo bajo, y yo, inocente -más bien ignorante-, cobrando en moneda fíat. Un nocoiner es atrevido: bitcoin es un fraude, es una burbuja, es como los tulipanes del siglo XVII, es dinero para criminales, es, es… todos los prejuicios están a su disposición, todas las máscaras del miedo están disponibles ante el porvenir luminoso.
Vivo en un país en donde la moneda vale menos (muchísimo menos) que un satoshi. Sin embargo, pasaron meses antes de que aceptara mi primer pago en bitcoins. Según mi perspectiva no necesitaba el dinero, mi trabajo como escritor sobre temas del ecosistema fue una suerte de hobby durante los primeros meses. Pero así como crecía mi curiosidad ante este enorme mundo que apenas estaba conociendo, así crecía el precio del bitcoin y con él, el de buena parte de las demás criptomonedas. Comencé a dudar de mí, ¿y si mis sentidos me engañaban? ¿Habría un genio maligno que me estaba vendiendo la realidad fiduciaria como una gran panacea, cuando en realidad se trata de un gran fraude de la banca y los gobiernos? ¡Oh, Descartes, sálvame con la duda!
Ya dudaba, pero el momento en que desperté de mi testaruda posición de nocoiner llegaría pronto. La inflación estaba consumiendo completamente la productividad de mi trabajo y estaba preocupado. ¿Conseguir un tercer trabajo? Una quimera. ¿Emprender un negocio? No contaba con el capital. ¿Qué hacer?
De repente, la revelación. Estaba en un restaurante almorzando. En la mesa de al lado dos sujetos sostenían una acalorada discusión sobre inversiones a la que no le había prestado casi atención, hasta ese momento.
— Que no, te digo que la inversión en bienes raíces ya no es la más rentable.
— Pero ¿cómo no? Uno compra un apartamento hoy en unos cuantos millones y a los meses puede revenderlo mucho más caro, ¿cómo que ese no es el negocio del siglo?
— Que te lo digo yo, el negocio del futuro es invertir en criptomonedas. Yo lo estoy haciendo desde enero con bitcoin, entonces apenas valía 1.000 dólares, me compré unos 10 y ahora cuesta más de 3.000 dólares cada uno, ¿adivina quién está por comprarse un yate? —y se rió.
Su risa fue una explosión en mi cabeza. Si tan solo hubiera confiado entonces, quizás yo también estaría por comprarme al menos una moto de agua. A partir de allí mi pensamiento cambió. Una conversación casual entre dos desconocidos me empujaba a entrar en razón. La duda se convertía en renovada certeza.
Además, tras varios meses leyendo y escribiendo especialmente sobre blockchain entendí la verdad, más bien fui fulminado por ella: bitcoin puede ser cualquier cosa menos una estafa. Se basa en la confianza de los usuarios y, por si las dudas, cuenta con esta tecnología de contabilidad distribuida, descentralizada, inmodificable, pública; como gran acervo de confianza.
Si blockchain ha sido alabada por tantos exitosos empresarios y entusiastas de la tecnología, ¿cómo dudar de la aplicación más reconocida de sus características? Contradicción detectada. Tras largos meses desaprovechando la oportunidad que mi lugar de trabajo me daba, decidí dar el salto de fe, y heme aquí, escribiendo sobre criptomonedas y blockchain, pero además cobrando mi labor en bitcoins.
Creo que así se siente ser parte del futuro.
No soy millonario, no sé si llegue a serlo, pero siento que formo parte de algo importante, más grande que mis propias dudas. Nadie aprende por las experiencias de otro, pero sirva este como un llamado de atención para todos los nocoiners del mundo: no están solos y de este lado tenemos lambos.