Las grandes economías globales tienen un objetivo en común: todas quieren ser más competitivas. Cada país busca la fórmula para que sus productos alcancen mayor relevancia que el resto, obtengan mayores ingresos y dinamicen su aparato productivo. Sin embargo, la crisis económica internacional hace que las ventas disminuyan, por lo que las naciones se sienten tentadas a devaluar sus monedas para que los artículos sean más baratos que el resto. Si todas las naciones hicieran lo mismo entonces se estaría gestando una guerra de divisas o devaluación competitiva.
Aunque los economistas emplean el término ‘guerra’ para describir este conflicto, las armas, la violencia y las muertes no aparecen en el escenario. Las consecuencias se miden en el plano financiero y macroeconómico. Si el valor de una moneda es muy alto eso afectará las exportaciones del país ya que los productos serán más caros, mientras que si la moneda tiene un precio muy bajo eso generará que las importaciones sean más costosas con el riesgo de sufrir inflación.
Existen en resumen cuatro vías que pueden tomar los países para debilitar sus monedas. La primera y la más rápida es a través de la manipulación de las tasas de interés. Una tasa más alta atrae capital extranjero por la posibilidad de obtener un mayor retorno. La segunda es por intermedio de una flexibilización cuantitativa, que es cuando los bancos centrales compran grandes cantidades de bonos para aumentar la base de la oferta monetaria.
Los otros dos métodos son la intervención de los bancos centrales para vender su propia moneda, con la intención de comprar otras divisas, y cuando los funcionarios gubernamentales hablan de planes a futuro para desalentar a los especuladores que buscan ganancias ante un hipotético aumento.
Conflicto de divisas y guerra comercial
Un reporte de Statista señala que el dólar estadounidense es la moneda predominante en el mercado mundial de divisas. Esta moneda fiduciaria se usa en el 87,6% de las transacciones internacionales seguida por el Euro, el Yen japonés, la libra esterlina, el dólar australiano, el dólar canadiense, el franco suizo y el yuan de China.
Son precisamente Estados Unidos, Europa, Japón y China las economías que encabezan la fabricación mundial de productos, lo que se traduce en que han sido y seguirán siendo los potenciales protagonistas de esta lucha de intereses económicos que también abarca decisiones políticas y comerciales. En pocas palabras, son estos los actores que controlan el mundo comercial y financiero del planeta.
La guerra de divisas es un conflicto latente que puede despertar en cualquier momento como ocurrió en el año 201,5 cuando el Banco Central de China anunció una devaluación de su moneda en un 1,9% ante el dólar de los Estados Unidos. El país asiático alegó, en ese entonces, que tomó la medida para estimular su economía por la caída del comercio exterior.
El panorama se complica cuando las naciones toman medidas por otros canales para defenderse, como la imposición de aranceles a los productos de otros países, lo que eleva el tono de las disputas en el plano comercial, mientras los ciudadanos se ven afectados por las decisiones de los mandatarios.
En la actualidad pueden mencionarse varios casos como el que están protagonizando China y los Estados Unidos. Los dos países se han impuesto aranceles adicionales del 25% en miles de productos, en una suerte de lucha por mantener sus intereses económicos y geo-políticos, en el caso de los Estados Unidos, y las aspiraciones de seguir creciendo que tiene China.
En líneas generales y bajo diferentes consignas como la del proteccionismo, la de mantener el status quo o la de irrumpir como nueva potencia mundial, los países actúan en nombre del dinero como si se tratara de un arma de guerra, argumento que queda demostrado por las políticas comerciales o cambiarias que constantemente anuncian para mejorar su condición particular.
Desde Europa han llegado peticiones para nuevos aires de cambio que pasan por un nuevo sistema de pagos independiente de los Estados Unidos. Heiko Maas, Ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, abogó por la creación de una nueva estructura, una nueva red que no esté subordinada a ningún país.
El mensaje de Maas es ir desvinculándose de plataformas como Swift, principal red global de pagos con sede en Bélgica, que le permite a las instituciones financieras de todo el mundo enviar y recibir información sobre transacciones, lo que en teoría es políticamente neutral, pero que ha sido utilizada para bloquear operaciones y hacer cumplir sanciones contra varios países.
Bitcoin como una solución
En medio de todo este panorama conflictivo, en el que ya surgen voces que piden una transformación para el beneficio de las personas, Bitcoin aparece como una posible solución ya que se trata de una plataforma que no está atada a las fronteras, a los intermediarios o a ninguna política conservadora o progresista de quienes llegan al poder. Bitcoin no necesita hacer “lobby” ante los bancos, solo obedece a las leyes matemáticas, a la oferta y a la demanda.
En Bitcoin no existen las manipulaciones de tasas de interés, no es posible realizar una flexibilización cuantitativa ni hay espacio para las decisiones centralizadas de una autoridad financiera. Su naturaleza va más allá. Desde su misma concepción fue preestablecida una circulación finita de 21 millones de bitcoins, lo que desecha la cuestionada práctica de los bancos centrales de imprimir fondos como un atajo para enmendar las malas decisiones financieras. Es decir, es anti-inflacionaria y no le pertenece a ningún Estado, empresa o banco.
La emisión de nuevos bitcoins se realiza de forma controlada matemáticamente a través de un esfuerzo global descentralizado en el que los nodos y mineros de la red reciben como recompensa una determinada cantidad de criptomonedas por confirmar las transacciones, y de esta manera es emitido el nuevo circulante. Un aspecto vital de Bitcoin es su consenso distribuido, como un freno a la arbitrariedad, y que se manifiesta a través de su cadena de bloque o blockchain en la que se plasma, de forma colaborativa, un registro verificable, inmutable y permanente.
Bitcoin es políticamente neutral y está alejada de intereses comerciales o monetarios, lo que puede resultar disruptivo en un mundo acostumbrado al dinero fiduciario. Ante una hipotética guerra de divisas, Bitcoin saldría favorecida por varias razones. Al no necesitar intermediarios, las transacciones se hacen directamente entre las personas, lo que significa que el poder sobre el dinero reside en el usuario sacando de esta ecuación a terceros que pudieran protagonizar conflictos, y sirviendo para resguardar a sus usuarios frente a las devaluaciones de sus monedas nacionales y cualquier proceso inflacionario al que puedan verse sometidos.
A diferencia del dinero fiat, los bitcoins no son falsificables y tampoco pueden duplicarse por su origen criptográfico, aspecto que sí ocurre con monedas como el dólar estadounidense o el Euro, ya sea que se produzca en medio de una guerra de divisas o no. Tampoco es posible su intervención, no hay límites en los montos a transferir y evita las usuales estafas que se producen con tarjetas de créditos.
Frente a este panorama, la adopción de Bitcoin para el comercio internacional podría aumentar a medida que las partes involucradas masifiquen las transacciones a través de la plataforma, una posibilidad real debido al alcance global que tiene la tecnología, con comisiones muy por debajo de las impuestas en los servicios tradicionales. Una adopción a esta escala tendría un efecto directo en el precio de la criptomoneda, ya que la demanda aumentará exponencialmente sin contar con nuevas emisiones hasta que se completen las 21 millones estipuladas. Este escenario dejaría abierto el camino para que Bitcoin se transforme en el nuevo sistema de pagos que ya han comenzado a solicitar desde Alemania, por ejemplo.
Aunque aún presenta puntos débiles, pero con desarrolladores buscando posibles soluciones, Bitcoin es inmune a los desafíos económicos de cada país, a la inflación y al mismo tiempo le devuelve la libertad financiera a quien lo adopta como suyo.
Algunas de estas fortalezas son vistas como amenazas por quienes fustigan la tecnología constantemente. No obstante, los grandes avances de las sociedades siempre han sido disruptivos con ganadores y perdedores. Los graves episodios económicos y financieros que le dieron vida a Bitcoin se mantienen latentes en diferentes regiones a escala global, solo que ahora existe un recurso en donde todos pueden ser independientes y estar a resguardo de las malas decisiones que toman las autoridades de turno.
Imagen destacada por Станислав Чуб / stock.adobe.com